jueves, 4 de octubre de 2007

De ruina en ruina

La riqueza monumental de Segovia sufrió en el XIX los avatares de un siglo de conflictos políticos, desamortizaciones mal encaradas, hambrunas, pestes, guerras fratricidas, intolerancia y fanatismo religioso, supersticiones y anatemas, pero también los efectos de una fiebre modernizadora irracional y escasamente respetuosa que llevaba a justificar el derribo de una iglesia si había que ampliar una calle.

Las luces de la razón apenas podían abrirse paso entre tanta oscuridad, entre tanto despropósito. Por poner dos ejemplos, Ezequiel González y Daniel Zuloaga -éste ya en el XX- no pudieron impedir el derribo de la Puerta de San Martín y del convento de San Agustín, respectivamente, por más que lo intentaron. El siglo terminó de la peor manera posible. Cuando la reconstrucción del Alcázar tocaba a su fin, un rayo y un incendio acabaron con dos joyas de la Segovia antigua: la torre de San Esteban y el convento del Corpus.

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